Por: Freddie Montes (@FreddieMontes)
Una familia afroamericana del sur de Florida conformada por un padre machista y exigente, una madrastra, un hijo apasionado pero poco centrado y una hija que vive su primer amor deberá superar todas las pruebas que la vida les pone en el camino y aceptar las consecuencias de sus malas decisiones.
Decir que el llamado “cine de autor” se encuentra en vías de extinción es un error. Sin embargo, la no reciente necesidad de la mayoría de las productoras de hacer que sus proyectos sean más redituables que artísticos ha hecho que los grandes complejos cinematográficos apuesten por llenar sus carteleras de producciones comerciales relegando películas como ésta a un par de funciones al día en horarios nada agradables. Si buscan bien y tienen un poco de suerte, en las nombradas “salas de arte” podrán encontrar la cinta “Waves” (“Las Olas”), la cual está dirigida, escrita, coproducida y coedita por el cineasta estadounidense Trey Edward Shults.
Entiendo que el nombre de este autor no les suene conocido, pero les aseguro que si disfrutan del cine independiente o de festivales llegará el momento (si es que aún no lo es) en el que seguirle la pista les resulte inevitablemente. Shults muestra un estilo bastante especial para dirigir desde su secuencia de créditos iniciales, un conjunto de planos secuencias en los que la cámara se sitúa al interior de un auto o de un gimnasio y simplemente da vueltas captando intermitentemente a los personajes realizando actividades cotidianas. Desde estos primeros momentos el originario de Texas nos deja clara la importancia que tendrán en su relato las expresiones no verbales de sus protagonistas y que a través de su historia expondrá el tema del sentimentalismo humano más allá de lo aparente.
Este film se divide en dos partes. La primera consta de un relato que en los primeros minutos sirve, como todo primer acto de una obra, para presentarnos a sus personajes, pero una vez que se ha superado esta barrera el ritmo del film se torna vertiginoso, comienzan a suceder situaciones que van llevando al límite a nuestros protagonistas hasta que los últimos minutos de esta primera mitad se traducen en una locura narrativa capaz de capturar toda la atención del espectador.
Para la segunda parte nos encontramos con un relato mucho más tranquilo, que busca acercarnos al interior de los personajes y hacernos conscientes de que, tarde o temprano, afrontaran las consecuencias de sus decisiones o de los obstáculos que les ha puesto el universo. Es cierto que esta segunda mitad tiene un ritmo mucho más lento que su antecesora por lo que es muy probable que después del pico emocional que alcanzó el clímax de la historia muchos espectadores lleguen a considerarla tediosa o poco entretenida, pero debe quedar claro que este giro de lo emocionante a lo emocional es necesario para la tesis planteada por el autor, por lo que si logran superar esa bajón de adrenalina disfrutarán de una obra que resulta valiosa en todo momento.
Ni quiero ni voy a contar spoilers, pero sí quiero señalar algo que me pareció fantástico en cuanto a lo que plantea esta cinta, y eso es el hecho de que ambas partes de la historia nos muestran las consecuencias de las cosas, sin embargo, la diferencia está muy marcada en cada una de ellas ya que la primera se encarga de enseñarnos el resultado de las malas acciones de nuestros personajes mientras que la segunda busca plasmar el desenlace de las situaciones difíciles que la vida te pone en el camino y de las que, aunque quieras, no puedes huir.
Hay un par de elementos que podrían pasar desapercibidos a simple vista pero cuya importancia en el film es tan importante como la dirección o el guion, me refiero a la fotografía y el sonido. El trabajo hecho por el cinefotógrafo Drew Daniel, quien ha sido la dupla de Shults en todos sus largometrajes, es tan modesto como impecable, no hay tomas dignas de retratos pero gracias a su labor se logra transmitir la esencia y el sentir de los personajes en escenas carentes de diálogos. El trabajo realizado por el departamento de sonido es igual de maravilloso, quizá pase desapercibido porque no hay bombas, pistolas, avionazos o números musicales pero la manera en la que logran capturar los sonidos del exterior, principalmente el de las olas, es sencillamente maravilloso.
Las actuaciones no se quedan atrás en cuanto a calidad. Es cierto que el trabajo del elenco adulto es apenas cumplidor pero lo hecho por los jóvenes es lo que vale la pena en el rubro histriónico. Kelvin Harrison Jr. y Taylor Russell, quienes de dividen por partes iguales el rol protagónico, son capaces de cargar con el peso del film con madurez y sin ningún problema. Alexa Demie da el paso definitivo de la pequeña a la gran pantalla y Lucas Hedges demuestra, una vez más, que es el actor joven más talentoso de Hollywood, sí, por encima de Timothée Chalamet.
‘Waves’ tiene pequeñas escenas de las que podría prescindir y algunas actuaciones que no están a la altura del resto, de ahí en fuera, es un film valioso, interesante, que aborda muchos temas dentro de una premisa sencilla y que apela al sentimentalismo más allá de los tangible. Su primera mitad se traduce como una montaña rusa de emociones y la segunda como una visión descafeinada pero igual de interesante sobre la vida y sus bemoles.
Calificación: 8/10
Comments