Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)
Muchas, demasiadas historias comienzan a partir de que sus personajes principales se encuentran en el lugar y momento equivocados. Si bien esta premisa ya hasta pudiera considerarse un cliché, lo realmente emocionante de tomarla es descubrir qué va a hacer el realizador con ella y a posteriori. Y, en algunas afortunadas ocasiones, resulta que este concepto cae en manos de un director tan interesante y creativo como lo es el californiano Charlie McDowell, quien elige formar con esta raíz un thriller espeso y angustiante.
Así, el encargado de entregar al público filmes tan peculiares como ‘The One I Love’ y ‘The Discovery’ vuelve a presentarse en las pantallas (esta vez a través las caseras) con su película más reciente, ‘‘Windfall’ (en México titulada ‘Frutos del Viento’). Esta cinta tiene como protagonista a un hombre (Jason Segel) que ha entrado al domicilio de un millonario (Jesse Plemons) a robar. El inconveniente en sus planes surge casi de inmediato, cuando el dueño llega, junto con su esposa (Lilly Collins), a descansar a dicho hogar. Al darse cuenta de lo que ocurre, ofrecerán al ladrón dinero para que se vaya sin dañarles, y en la espera de poder entregárselo los tres sacarán a relucir las verdades ocultas y lo más oscuro de sus personalidades.
McDowell comienza la película elegantemente, evocando el estilo de Hitchcock: El título se muestra con tipografía clásica y lo suceden los créditos, con el trasfondo de un escenario límpido y simétrico, e intensa música de suspenso. No hay ninguna acción durante esta presentación porque es claramente innecesario, el director ya está llenando de expectativa y cierto nerviosismo el ojo de su audiencia. Es entonces cuando apreciamos el entorno en el que está ubicada la casa, que por ratos percibimos como un lugar cálido y armonioso, y conforme avanza la trama se torna aterrador y claustrofóbico. Esto se logra por la maravillosa cinematografía de Isiah Donté Lee, quien captura la esencia de un desierto tan tranquilo como sofocante, encuadrando a la perfección la intención de las situaciones. Sin embargo, no se puede demeritar la excelente idea de Jason Segel - quien coescribió la historia al lado de Charlie, Justin Lader y Andrew Kevin Walker – de situar el filme en una única locación, con el fin de que se convirtiera en una burbuja y al mismo tiempo limitara el número de involucrados en la producción (considerando que se llevó a cabo en tiempos de pandemia).
Y, ya en la mención de Segel, también hay una notoriedad presumible en las actuaciones, que sostienen a ‘Windfall’ de manera refinada. Siendo Jason y Jesse amigos de antaño de McDowell y Collins su prometida – ahora esposa -, el cineasta los conoce lo suficiente como para colocarlos en papeles atípicos para ellos, a sabiendas de que llevarían sus capacidades hacia la exploración de lo desconocido. Lilly se quita la máscara de ‘Emily in Paris’ para mostrar a una mujer incómoda y casi molesta con su relación y las decisiones que ha tomado; Segel abandona su consabida comedia para abordar a un delincuente más frustrado que furioso, y Plemons tiene la fuerza para hacerse odiar con lo poco que revela de sí. Los tres van desarrollando a sus personajes en medio de un secuestro, de aspiraciones fallidas, de las limitantes en sus respectivos status, sin manipular al espectador en ningún momento, dejando que sea él quien decida de qué lado desea estar.
Filmada en Ojai, California, ‘Windfall’ nos habla de las desigualdades, del arrepentimiento, de las incertidumbres y los rencores. Fluyen los sentimientos, callados pero agresivos, de muchas formas y entre personas que no convivirían entre sí en la normalidad. Vale la pena permitirle que nos involucre en su violenta calma y genere en nosotros una sonora ansiedad, digna del homenaje que les rinde a los clásicos del cine noir.
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