Por: Ale Vega (@PATHGRETEL)
Es un anhelo personal que las películas que llegan a cartelera presuman algún valor cinematográfico. Tan genérico como suena el término, hay un sinfín de maneras en las que una cinta puede aportar algo a la industria y al espectador. Tal vez desde lo visual, quizá en sus enseñanzas, con una trama dramática o actuaciones inolvidables… enumerar las posibilidades sería casi imposible.
Sin embargo, nunca faltan hechuras a las que nos es complicado encontrarles qué es lo que están aportando. Un ejemplo claro es el debut como director de Rhys Frake-Waterfield, que se titula ‘Winnie the Pooh: Blood and Honey’. Como su nombre lo indica, el filme tiene como protagonista al reconocido oso (Craig David Dowsett) y a su amigo Piglet (Chris Cordell), quienes se han vuelto ferales a partir del alejamiento de Christopher Robin (Nikolai Leon) y la consecuente falta de comida. Ahora no sólo se han acostumbrado a alimentarse de carne humana, también poseen un inapagable deseo de venganza, que buscarán saciar con un grupo de chicas recién llegadas al Bosque de los 100 Acres para vacacionar.
La pregunta obvia de todo aquel que escuchó del desarrollo de esta historia fue “¿Cómo logró Frake-Waterfield obtener este personaje icónico para su largometraje?”, y la respuesta es de lo más sencilla: Winnie The Pooh se convirtió en una obra de dominio público a partir del primero de enero del 2022, por lo que Disney perdió los derechos, quedándose sólo con lo que pertenece a la caricatura que ellos diseñaron. Fue entonces que el cineasta tuvo la libertad de tomar el libro de Alan Alexander Milne y deformarlo en un slasher que transformara a las adorables criaturas en asesinos.
Con una premisa tan simple como extraña, el espectador probablemente ya sabe a lo que va a las salas de cine: presenciar absurdos por donde los haya y sangre al por mayor. Siendo una película de espíritu indie –y, obviamente, de presupuesto limitado - ‘Winnie the Pooh: Blood and Honey’ posee un nivel de libertad creativa que logra entretener sin mayores expectativas o pretensiones, especialmente a los fans de los filmes del subgénero de terror conocido como Serie B. Esto es precisamente porque contiene los elementos que se esperan de ese tipo de cintas, como violencia explícita, desnudos a medias y comedia (muy) negra. Por supuesto que quien va esperando horror de calidad saldrá decepcionado – incluso hasta molesto -, pero para el resto de la audiencia, esa que saborea los sinsentidos y tonterías como lo que son y sin analizarlos, habrá suficientes risas, algunos jumpscares y un sanguinolento frenesí.
Si hacemos un balance, seguramente existe muy poco que pueda decirse a favor de ‘Winnie the Pooh: Blood and Honey’. Me atrevo a asegurar que pasará a la historia de una forma anecdótica, como esas versiones pesadillescas realizadas con Pinocchio o El Grinch. Aun así, contra todo pronóstico, algo de mérito hay que otorgarle a su existencia: Habiendo tanta gente que sigue aferrada a los insulsos live actions y remakes de los cuentos de su niñez, se aprecia que alguien posea el interés y la valentía de destrozar esas nostálgicas memorias. Ya lo dijo el propio Rhys Frake-Waterfield: “Eso es lo que estoy tratando de hacer: Arruinar las infancias de todos”.
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