Llega la temporada decembrina, la época del optimismo y la felicidad que abunda mucho en estos días de unión familiar. A falta de propuestas navideñas en la gran pantalla, el responsable de la muy querida saga de Paddington, Paul King, nos presenta una propuesta que no será navideña, pero resulta ser lo suficientemente familiar para estar adecuada a estas épocas de dar y recibir.
Para este estreno que nos llega, vamos a tener una nueva mirada de uno de los personajes más icónicos de Roald Dahl, Willy Wonka. Siendo esta la tercera presentación en la gran pantalla del chocolatero más famoso de la literatura, en esta ocasión veremos el origen y ascenso del personaje, situándonos mucho antes de los eventos de Charlie y la Fábrica de Chocolate.
Sin dinero y sin nadie que lo ayude, Willy Wonka busca ser un gran chocolatero y esta película sirve de relato sobre cómo con su magia y encanto, su imperio del dulce comenzó, a pesar de tener a tres dulceros encima que tratarán de sacarlo del camino. En esta nueva historia, Timothée Chalamet es el que le da vida a Wonka después de que Gene Wilder y Johnny Depp lo hicieran en 1971 y 2005 respectivamente. Una versión joven y más estilizada que las adaptaciones previas pero que llega a ser un añadido perfecto para las nuevas generaciones que sientan interés por los relatos de Dahl.
Algo que resalta en la forma de contar historias de King es que lo hace de la forma más caricaturesca y optimista posible, no perdiendo el tiempo en establecer su tono y sus reglas para que el resto de la película no se sienta dispar. Es una historia adecuada para el director que ha tratado personajes icónicos con enfoque familiar, saliéndose del tono lúgubre que tenía Burton en el 2005 y con un poco más de apego a la de Mel Stuart del 71. Con esto establecido, Chalamet logra salir de su zona de confort inundada de dramas para pasar a algo más cómico y con un desempeño nada despreciable en el ámbito musical. En este último año, a través de los sketches de SNL, Chalamet ha mostrado su dote para la comedia y le ha dado más notoriedad. Wonka es un vehículo perfecto para hacerlo más versátil. Además de contar con un elenco muy envidiable como Olivia Colman como la Señora Frogoso, Jim Carter, Keegan-Michael Key y, el que destaca más, Hugh Grant como un Oompa Loompa, que no deja de ser un roba escenas en todo momento.
Como un musical, la película funciona de forma correcta. Se encarga de apantallar en cualquier apartado, de dar la magia que tanto caracteriza al personaje, sus canciones se convierten en el desarrollo de los personajes, haciéndola más llevadera y divertida, sin que las canciones se sintieran estorbosas en su estructura, acompañada de coreografías hipnotizantes y escenarios delirantes para el ojo. Pero, así como hay magia, también cuenta con una carga emocional muy efectiva, hay espacio para todo, para la música, para la comedia con una pizca británica, pero también se vuelve una crítica del sistema, tal como lo son las historias de Dahl, no hay excepción en hacer notar el lado más despreciable de los humanos, aunque no sea de la forma más mordaz, pero para una historia familiar sirve como un complemento muy correcto para englobar una historia muy disfrutable.
La película será una experiencia muy disfrutable para aquellos que quieran dos horas para sonreír y ser endulzados por Wonka. Pero para los que no son de historias repletas de caramelo y que buscan algo más amargo, esta reinvención del chocolatero simplemente no será el postre perfecto de su día. Tan dulce como el chocolate, tan suave como el malvavisco y tan encantadora como el caramelo, Wonka es todo un éxito que, viniendo de Paul King, no sorprende para nada. A este nuevo Willy se le agradece recibirlo con aventura de pura imaginación.
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